Los novelistas vivimos en el reino mágico de la ficción, en donde tienen cabida las fantasías más inverosímiles, y por lo mismo, es válido pedir la palabra con el ánimo de imaginar una escena producto de la impotencia de una inmensa mayoría de ucranianos que presencian desesperados los injustos bombardeos del ejercito ruso.
Supongamos que cuatro pilotos de la fuerza aérea de Ucrania son convocados por un quinto colega a una misión secreta para utilizar cinco de sus aviones de guerra ubicados en un aeródromo militar en las afueras de Kiev, cuyas pistas todavía no han sido destruidas por los proyectiles rusos . Este ilustre comandante estudioso de las técnicas israelíes de combate aprendidas en 1967 durante la Guerra de los Seis Días, entre Israel y Egipto, había diseñado una estrategia para bombardear el Kremlin, de la misma forma en que la aviación hebrea de aquellos años, volando a escasos 9 metros de altura para impedir ser detectados por los radares enemigos, habia destruido la aviacion egipcia en un ataque relámpago.
El factor sorpresa en el ataque a las torres gemelas había jugado un papel definitivo para alcanzar ese pavoroso éxito que conmovió al mundo entero. ¿Y Pearl Harbor? ¿Y el bombardeo nazi sobre Varsovia en 1939? ¿Cómo olvidar cuando un piloto cubano se robó un avión Mig y aterrizó en Miami, entre otros numerosos casos de robos sorpresivos? ¿Quién podía entonces suponer una reacción aérea sobre el Kremlin, una fortaleza construida entre los siglos XV y XVI, la residencia de los zares y, hoy en día, las oficinas de Putin, otro tirano.
Según los aviones, se aprovecharía una misión aérea ucraniana destinada a localizar el número y ubicación de las tropas invasoras. A la señal esperada del líder, los cinco aeroplanos supersónicos, debidamente artillados, se separarían de la escuadra y se dirigirían a la Plaza Roja, volando a la máxima velocidad, pero a mínimas alturas. Una hora después dispararían sus mortíferos obuses en las áreas habitacionales o donde se pudiera en el interior del Kremlin, con el ánimo de hacerle entender a Putin los sentimientos que abrigan los ucranianos al ser víctimas de una invasión en su patria con el consecuente asesinato de civiles inocentes, así como la destrucción de la planta de energía nuclear más grande de Europa, cuyo estallido podría haber ocasionado una hecatombe atómica inimaginable, sin olvidar edificios públicos, vías de comunicación,
Putin, al salir enloquecido de los escombros, ordenó una respuesta inmediata nuclear sobre Kiev, además de la destrucción fulminante de otras ciudades ucranianas, puesto que con él no se jugaba: pero los altos jerarcas militares lo retaban, lo desobedecían al entender que la respuesta de la OTAN y de los aliados, implicaría la desaparición absoluta de la nación rusa, incluidos ellos mismos junto con sus respectivas familias. No quedaría un solo ruso vivo. Putin es arrestado junto con Dmitri Medvédev, expresidente de la Federación Rusa y Mijaíl Mishustin, Primer Ministro de Rusia. Las fotos de los tres verdugos encerrados tras las rejas aparecieron a aparecer en los diarios del mundo.
Los cinco pilotos ucranianos, ya dispersos, cada uno por su lado, en el espacio aéreo ruso, a media hora de Moscú, se tiraron en paracaídas cuando la aviación enemiga apenas salió de su letargo. Acto seguido, se deshicieron de sus uniformes, se desplazaron por los campos como cualquier civil al hablar ruso, su lengua materna, en tanto empezaban, como pudieron, el regreso a su patria, sin que sus antiguos compatriotas imaginaran su verdadera nacionalidad.
Una vez en Ucrania ni los enjuiciaron ni los exhibieron como héroes de guerra por temor a cualquier represalia.
De inmediato se instaló un tribunal como el de Núremberg para criminales de guerra que condenó a la horca al trío de criminales.
Putin no era Rusia, de la misma manera en que López Obrador no es, en modo alguno, México. La Duma nombraba a un presidente provisional para convocar a elecciones y facilitar así el arribo de Rusia a la democracia por primera vez en su historia. De inmediato se cancelaron las sanciones impuestas a Rusia, en tanto el planeta tierra volvía a respirar…
- Francisco Martín Moreno es escritor y periodista mexicano que se ha especializado con maestría en la novela histórica. Puedes seguirlo en @fmartinmoreno